La Política Cultural de las Emociones
EQUIPO:
MARISCAL PAZ SAMANTHA VALERIA,
GONZÁLEZ BARRIOS LORENA,
LÓPEZ HERNÁNDEZ RUTH MARLENE,
PEREZ LÓPEZ DIANA,
HERNÁNDEZ MARTINEZ MARIA FERNANDA
La Política Cultural de las Emociones
Sara Ahmed
Sara Ahmed es escritora feminista e investigadora independiente. Trabajó en la intersección de estudios feministas, queer y raciales. Su investigación se refiere a cómo toman forma los cuerpos y los mundos; y cómo se asegura y desafía el poder en los mundos de la vida cotidiana, así como en las culturas institucionales. Hasta finales del 2016, fue profesora de estudios raciales y culturales en Goldsmiths, Universidad de Londres, habiendo trabajado anteriormente en estudios de mujeres en la Universidad de Lancaster.
Para Ahmed, en su elaboración de una teoría de la política cultural de las emociones, se centra en la relación entre emociones, lenguaje y cuerpos. Muestra cómo se nombran las emociones en los actos de habla, y cómo involucran sensaciones que se sienten en la piel. «La política cultural de las emociones» crea una nueva metodología para leer «la emocionalidad de los textos» y ofrece análisis del papel de las emociones en los debates sobre terrorismo internacional, asilo y migración, reconciliación y reparación.
La política cultural de las emociones de Sara Ahmed admite abordar tres aspectos muy importantes de la investigación en ciencias sociales que son tres grandes contribuciones a los estudios culturales en general y a la sociología de las emociones en particular.
Existen algunos aspectos teóricos de su obra que resultan fundamentales para los estudios culturales sobre las emociones, también varias cuestiones metodológicas que hacen de su investigación un muy buen ejemplo de rigor, sistematicidad y cientificidad en la investigación social. Y tomando en cuenta también varios aspectos políticos y valorativos de La política cultura de las emociones porque, detrás de la investigación de Ahmed existe, una posición política y un pronunciamiento ético y valorativo que es indispensable poder recuperar en las ciencias sociales.
Con respecto a la dimensión teórica de la investigación de Sara Ahmed, se encontró 3
señalamientos muy importantes a considerar.:.
El primero es, que Ahmed hace teoría; y específicamente elabora una teoría social sobre las emociones. En tiempos donde prevalecen las explicaciones intermedias sobre la mayoría de los fenómenos sociales, además construye una teoría estructural de las emociones que permite explicar lo que yo llamaría el circuito reproductivo de las emociones: cómo estas se generan socialmente, cómo se reproducen y cómo se distribuyen a través de la economía de los afectos. Pero no solamente elabora esta especie de teoría sistémica sobre las emociones, sino que lo hace a través desde tres perspectivas entrelazadas, las cuales son: las prácticas culturales, la crítica cultural y, especialmente, la perspectiva de la política cultural.
Como menciona Sara las emociones no son estados psicológicos, sino prácticas culturales que se estructuran socialmente a través de circuitos afectivos. Por lo tanto es considerado un problema cultural y no solo psicológico, de tal manera que es un problema de todos. Lo que una siente es finalmente un problema social y es un problema colectivo. Y eso es así porque, tal como lo demuestra la autora, las emociones no residen ni en los sujetos ni en los objetos, sino que se construyen en las interacciones entre los cuerpos, en las relaciones entre las personas.
El segundo elemento teórico que es el vínculo entre emociones y acción.
Generalmente, en la sociología de las emociones hay un vínculo estrecho entre estos dos componentes sociológicos en la medida en que las emociones impulsan a las personas a actuar de una determinada manera.
Pero el texto de Ahmed ya no da cuenta de lo que es el vínculo entre emociones y acción, sino toma las emociones como acción, de las emociones como movimiento permanente.
A lo que me lleva a decir que las emociones también generan inacción o, también a veces, no se observan resultados sociales directos como tal a partir de un determinado actuar emocional, sino que pueden presentarse encadenamientos emocionales, siempre en permanente tensión y dinamismo. En cualquier caso, el vínculo indeterminado entre emociones y acciones sociales que plantea Ahmed invita a que nos pongamos a pensar sobre el papel de gran parte de los dualismos de la sociología para reinterpretar procesos sociales en clave emocional: interior-exterior, público ,privado, acción-emoción, etc. El papel actuante de las emociones en estos seres sintientes que analiza Ahmed cuestiona ciertos esquemas establecidos a partir de distinciones categóricas entre mundos privados y públicos, entre el sufrimiento y la subalternada, o entre emociones positivas
y negativas. Como bien lo deja entrever la autora, el intento de encontrar la motivación última de la acción en el reservorio emocional de las personas no solo deviene en reduccionismo, sino que además puede transformarse en una operación que tiende a desplazar los problemas sociales hacia una instancia marcada por el misterio y la sacralización, características que no son propias de las ciencias sociales.
El tercer elemento teórico interesante es la cuestión de las emociones y los límites corporales.
Es decir, las emociones permiten delimitar espacios y distancias. Cercanías y lejanías. Al delimitar el espacio, a la vez establecen quiénes pertenecen y quiénes quedan fuera de ese espacio. Esa idea no es propia de Ahmed en realidad; ya Mary Douglas desde la década de 1980 había establecido que los miedos sociales permiten distinguir un nosotros de un los otros y con ello delimitar grupos sociales y establecer diferencias entre las personas de diversas comunidades. Lo importante de este argumento es que, a través de las emociones, los cuerpos adquieren determinado valor y, por lo tanto, como sucede con todo aquello que se valoriza, algunos cuerpos valen más que otros y es aquí, en esta política cultural de las emociones, donde se crea y se reproduce la idea de otredad mediante el agrupamiento de algunos cuerpos y la marginación de otros (nos agrupamos los que sentimos el mismo miedo y nos diferenciamos de aquellos a quienes les tenemos miedo). Evidentemente, detrás de esta idea de las emociones como límite al otro se encuentra una perspectiva muy concreta sobre la desigualdad social: si unos cuerpos valen más que otros, la desigualdad entre esos cuerpos
deviene inevitable. Posiblemente ahí radique la preocupación nodal y el gran hallazgo sociológico de la obra de Sara Ahmed: cómo la emoción diferencia; en definitiva, cómo las emociones son utilizadas socialmente para generar, legitimar y aceptar la desigualdad social.
Ahora bien, la pregunta que sigue es cómo logró la autora llegar a estas conclusiones y con
qué diseño˜ metodológico accedió a cada una de estas afirmaciones teóricas. Es aquí donde llaman la atención tres aspectos metodológicos.
La primera cuestión está relacionada con la propia aventura metodológica de La política cultural de las emociones. En esta obra, Ahmed se va alejando de sus primeros escritos ensayísticos para inmiscuirse en la investigación empírica, propia de las ciencias sociales. Mediante lo que la autora denomina la “emocionalidad” de los textos, nos muestra las intenciones emocionales de los discursos públicos para generar ciertos efectos “legitimadores” en quienes los reciben. Lo que demuestra la metodología de Ahmed es que las investigaciones sobre el tema deberían involucrarlas diversas maneras en que funcionan las emociones, ya sea en la cultura pública o en la vida cotidiana, y esto significa trabajar con una serie de materiales diferentes, que podemos describir también de diferentes maneras. Esta especie de pluralismo metodológico al que nos invita Ahmed evita pensar que las
emociones están “en” los materiales que analizamos(como si las emociones fueran una propiedad de algo o de alguien, ya sea de una entrevista, de una encuesta o de un grupo focal), cuando, en cambio, lo importante es analizar lo que “hacen” los materiales que utilizamos, es decir, cómo trabajan los textos a través de las emociones para generar determinados efectos en nosotros, que somos los que analizamos dichos textos.
La segunda cuestión metodológica que llama la atención es la utilización de las fuentes de
datos. Para ilustrar sus puntos, Ahmed analiza textos públicos y el lenguaje figurativo que se emplea para nombrar ciertas emociones. O dicho de otro modo, para explicar cómo funcionan las economías afectivas en la sociedad, la autora emplea como ejemplos diferentes discursos en los que se apela a las emociones de las personas para crear un vínculo identitario. Es decir, se trata de un análisis de contenido, de un análisis textual que desentrama el andamiaje emocional de un determinado texto o de una determinada producción textual. Plantea López: “mapearemos con eficiencia el campo cultural desde una comprensión que no es exclusivamente representacional de la emoción, sino también como economía material y simbólica”, que es lo que está detrás, finalmente, de la idea de una política estructural de las emociones. Es decir, habría que ir aún más allá del análisis de Ahmed e intentar desentramar “la estructura” que permite la reproducción social de determinadas emociones y no de otras. La estructura que hace que nos sintamos más culpables que víctimas ante el desempleo, por ejemplo:
La estructura que hace que nos sintamos los únicos responsables de nuestra propia suerte. La estructura que, finalmente, está detrás de cada ser sintiente y que reproduce una determinada cultura de la época: la cultura del miedo, la cultura del trabajo, etc.
El tercer aspecto metodológico es la cuestión de la inter, multi o transdisciplinariedad que está detrás de La política cultural de las emociones. La investigación de Sara Ahmed es un diálogo francamente interdisciplinario entre estudios de género y de la cultura, entre la psicología, la sociología de las emociones y la economía política, donde también participan la fenomenología, el psicoanálisis, el feminismo y la teoría querer. Es decir, su investigación es una invitación permanente al diálogo entre disciplinas y entre una gran diversidad de perspectivas teóricas delas ciencias sociales.
Finalmente, desde la perspectiva o desde la dimensión política de la investigación, el texto
de Ahmed nos presenta tres grandes desafíos.
El primero es recordar no solo que lo personal es político, sino también que lo emocional es político. Las emociones son públicas y se organizan socialmente, nos demuestra Ahmed. Y al definir lo emocional como político, la autora necesariamente tiene que reconocer la existencia de una función específica que tienen las emociones en la construcción de una colectividad. Si bien parecería que las emociones son privadas, pues generalmente se las toma como una manifestación de la psique de cada persona, Ahmed explicita, contundentemente, que también se construyen y se significan a través de un imaginario colectivo y de una determinada interacción social. Como en el ejemplo que utiliza de lo que siente una niña frente a la aparición de un oso en el bosque, emociones como el miedo no están en la niña, no están en el oso; están en el momento del encuentro entre ambos, en la interacción entre ambos. Y ese encuentro, a su vez, está moldeado por historias y conocimientos previos: nos ensenaron que a los osos hay que temerles. Habría entonces una especie de “aprendizaje emocional” que adoptamos desde la niñez y que nos indica qué debemos sentir y en qué momento, qué emociones son buenas y cuáles no, qué debemos hacer para lograr niveles superiores de “inteligencia emocional”, cuáles emociones son propias de varones y cuáles de mujeres; y es ese aprendizaje el que va moldeando que, a través de las emociones, nos acerquemos a ciertas personas y objetos y nos alejemos de otros.
El segundo aspecto político tiene que ver con el poder de las emociones. Tal como lo demuestra Ahmed con el análisis de textos y discursos, las emociones pueden conducir a la política, a la identidad colectiva, a determinadas alianzas sociales. Es este poder social de las emociones el que se manifiesta a través de la política, a través de los movimientos sociales, incluso para crear identidades nacionales.
De hecho, la función social de emociones como la vergüenza, la culpa o el miedo es precisamente evitar el conflicto, acallar cuerpos y, finalmente, privatizar problemas que se hacen pasar por “psíquicos” cuando en realidad son claramente sociales y culturales. Es en esta especie de ocultamiento de la injusticia detrás de lo emocional donde reside unas de las grandes aportaciones políticas de esta obra.
Finalmente, la tercera cuestión política de enorme relevancia recae en el uso público que se
hace de las emociones para legitimar desigualdades sociales y para naturalizar o tratar como dadas cuestiones que son, en realidad, resultado de decisiones políticas.
Ahmed demuestra, las emociones como el miedo, la culpa o la vergüenza ,como las que refuerzan públicamente los caminos argumentativos de la discriminación y el rechazo, transformándose en excusas emocionales para evitar asumir responsabilidades colectivas.
En ese sentido, emociones como el miedo operan como técnica política que aumenta la vergüenza individual, disminuye la inconformidad social y asegura el “buen” funcionamiento de lo colectivo.
El libro de Sara hace mención a que la vergüenza se vuelve crucial para el proceso de reconciliación o la sanación de heridas pasadas y ponen en escena el ejemplo de los australianos los cuales querían que se les pidiera una disculpa por los malos tratos que se le habían dado a los pueblos indígenas, ya que eso manchaba de cierta manera la posición de la sociedad, ya que se sentían avergonzados que sus antepasados pudieron ocasionar tanto daño hacia estos pueblos.
Menciona que se puede sentir vergüenza de uno mismo pero se siente todavía mas vergüenza si los demás notas o hacen evidente ese sentimiento que es doloroso y que nos pone en evidencia frente a ostros mismo y frente a otros. En otras palabras, el otro puede suscitar una respuesta de vergüenza, si ya ha suscitado deseo o incluso amor. Puede avergonzarme alguien en quien estoy interesada, alguien cuya opinión me importa, como resultado, la vergüenza no es solo una respuesta negativa con un otro, sino es ambivalente. La vergüenza como emoción requiere un testigo, incluso si un individuo siente vergüenza estando solo, lo que adopta el individuo con relación así mismo es la mirada imaginada del otro.
También hace menciona a la vergüenza de la nación y esta puede ser de dos maneras. La primera: los otros ilegítimos (las personas que solicitan asilo); y segundo: la nación puede ser causante de su vergüenza debido a a su manera de tratar a otros.
Otra parte de la lectura menciona que hay actos de organizaciones que supuesta mente se hacen por amor y menciona dos sitios web que son Lovewatch y Hatewatch y este ultimo presenta listas de grupos racistas de Internet, mientras que el primero también en lista a estas organizaciones pero las denomina "grupos de amor". Dichos grupos, se definen como grupos de amor a través de una identificación activa con la nación así como con un conjunto nuclear de valores. El amor se narra como la emoción que energiza el trabajo de dichos grupos; el amor es lo que mueve al grupo a buscar defender la nación en contra de otros, cuya presencia se define entonces como el origen del odio.
Mantienen la ideología de defender su nación de "intrusos", personas que no son pertenecientes a esa nación, a una nación aria.
Habla de un tema importante como lo es la homosexualidad, y menciona que la heterosexualidad obligatoria es lo que moldea al suponer que un cuerpo tiene que orientarse hacia algunos objetos y no otros, objetos que están afianzados como ideales mediante la fantasía de la diferencia. Gill Valentine dice que " la heterosexualización de espacios públicos como las calles, se naturaliza debido a la repetición de diferentes formas de conducta heterosexual", es por esta repetición de las conductas, que conductas que ejercen los individuos queer puedan generar incomodidad o molestia algunas personas, ya que esta tan institucionalizada la idea de que te debe atraer lo diferente lo distinto u opuesto a ti, entonces la atracción entre iguales genera estas incomodidades dentro de la sociedad.
Referencia:
Ahmed, Sara (2015 [2004]). La Política cultural de las emociones. Traducción de Cecilia Olivares Mansuy. Editorial: Programa Universitario de Estudios de Genero. Mexico.
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